Chorrada que me acabo de inventar

domingo, 14 de marzo de 2010









Ella sabía que aquella flor encerraba un misterio, algo que cambiaría su vida.
No pudo evitar acercarse a ella igual que un niño se acercaría a un caramelo. Le estaba llamando… sin palabras. El corazón le empezó a palpitar rápido, muy rápido, más rápido.



-¡AH!
Oyó un grito, y se dio cuenta de que era suyo. Poco a poco fue definiéndose una cara ante sus ojos, una cara que movía los labios, que le estaba diciendo algo.
-¡Hela! Oh, por fin, ya te has despertado.
-La flor…
Una chica con pecas le miraba preocupada. “Ah, es Adabelle”. Su compañera de piso.
-¿Estás bien? Llevas una semana durmiendo.
-¿Qué? ¿Por qué?
-Te desamayaste sin previo aviso y te llevamos, tu madre y yo, al hospital. Pasaste una noche allí por precaución, pero el médico dijo que estabas bien y que podíamos traerte a casa. No parabas de decir cosas en sueños.
-¿En serio?
-Tía, no me lo voy a inventar porque sí. Me debes una disculpa con mi jefe, que de estar cuidándote no he podido ir a trabajar.
-… ¿o no has querido ir?
-Bah, lo mismo es. Te doy su teléfono y se lo explicas.
-Qué tía. Vale.
-Tendrías que ser más mala, Adabelle. Am, otra cosa. Ha llamado varias veces Noel.
-¿Y has hablado con él? Te dije que no quería saber nada de él, que le dijeras que dejase mi vida.
-Eres tonta, Hela. Es guapo y listo.
-Además de idiota.
-¿No te gustan los chicos malos?
-No.
Hela se dio la vuelta. La conversación con Adabelle la molestaba, porque otra vez le venían a la cabeza recuerdos de Noel. Adabelle tenía razón, era tonta. No podía dejar de pensar en “el idiota”.
-Eh, ¿me ignoras? – dijo Adabelle con tono infantil de niña enfadada.
-Sí.
-… Oye, ¿y que era eso de la flor que decías en sueños?
-¿Qué flor?
-Ah, nada, -dijo Adabelle confundida- no te acordarás –y se marchó.
Hela prefería no contarle los sueños que había tenido últimamente. Sentía que no debía hacerlo, que era algo perteneciente a otro mundo. Además, su amiga pensaría que se había vuelto loca.

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